La primera proviene de la primigenia Huayracca, herramienta de madera de unos 50 cm de largo aproximadamente, labrada en la parte en que un pedazo de tronco secundario de Keñua o Chonta (Palmito) dió origen a una rama, con un ángulo de separación de 45° a 60° y de unos 20 a 30 cm de largo; afilado, este apéndice sirve para escarbar la tierra y amontonarla o raucaii, en quechua;
en el estado de rauc’ana, esta primitiva herramienta, lleva adherida al apéndice labrador un pedazo de hierro afilado que desempeña mejor la función para la que fue creada, o sea, es simple modernización de la Huayracca
La C’upana es una porción del tronco de los árboles de las mismas especies de las que provienen las herramientas de arriba u otra similar (de madera muy dura), cuyo mango es una de sus ramas de unos 4 a 6 cm de diámetro y hasta un metro de largo; por efecto del uso el tronco tomó una forma esférica de unos 20 a 30 cm de diámetro convirtiéndose en un poderoso mazo de madera; sirve para destrozar los terrones grandes y enterrar mejor las semillas durante la siembra, acto que se denomina C’upaii.
Dicen que la Chaquitajlla de los viejos años, o roturador de pie (esa es la idea que se traduce desde el quechua y no Tirapie como algunos traducen) la única herramienta utilizada hasta ahora útil durante el barbecho y la siembra en los andenes, era también construida toda de madera; nosotros la conocimos tal y como se ve actualmente, con un mango macizo de mas de un metro de altura con apéndices adosados para el manejo, uno a media altura que sirve para orientar la herramienta con una mano y la otra inferior que sirve para impulsarla contra el piso con la ayuda del peso de cuerpo, transmitido por el pie; el propósito es hundir lo más que se pueda la punta que hoy es de hierro
Un año, lo recuerdo a medias, a mi madre (y seguro que a su generación), se le había ocurrido proveer a los labradores unas picotas de hierro con mangos de madera pequeños para reemplazar las tradicionales rauc’anas de mis abuelas y un anafre marca Primus con kerosén para suplir a los fogones de siempre; recuerdo la reticencia de mi abuela paterna, un tanto más conservadora; pero lo que no olvido es el reclamo de la esposa de Dn. Cayetano, el pastor que unos años atrás había muerto ahogado en el río cuando trataba de sacar a una de sus alpacas de esas corrientes en época de lluvias, ninguno sobrevivió a la bravura de las aguas :
- No es bueno -le decía una tarde en quechua- herir a la tierra con esas cosas tiene serias consecuencias... no es bueno porque así se enfría la tierrita, ya empezó a producir menos porque a algunos flojos se les ocurrió enfriarla con el fierro de la Chaquitajlla, no se a donde llegaremos con los picos y el kerosén más- le oí razonar, seriamente preocupada.
La contundente advertencia dejó un clima enrarecido por el respeto a lo añejo que se expresaba por la voz de Dña Maria, pero la versatilidad de lo nuevo hizo que nadie le hiciera caso; en los milenarios escondrijos separados para los fogones al borde de cada parcela, se empezaron a armar unas carpas provisionales para evitar el viento fuerte y, desde unas dos generaciones atrás, cada vez se enfría la tierra un poco con cada herida, desde entonces la producción es un poquitín menor cada año.
No hay comentarios:
Publicar un comentario