- Aproximación al valor cultural
La magia
Cuentan aún de remolinos que aparecen de pronto en las aguas menos alborotadas y se zampan todo entregándolo inexorablemente a la oquedad profunda de alguna gigantesca roca; colosales infundíbulos de esas bocas del majestuoso dios del río, ese que cuando quiere comer, come y punto; todopoderosos que arrastran cuanto encuentre flotando en la superficie de las aguas hasta la profundidad interminablemente letal del fondo del gran río; nadadores, botes, peque-peques, balsas, todo puede ser tragado con la fuerza de una “singularidad desnuda”; nada escapa de la guadaña encubierta en la pasividad; ay de aquel que osare lanzarse a sus aguas sin saber las secretas mañas para librarse del acecho de esta muerte segura.
Inambari, foto de Aldo Santos.
Que la anaconda habría ahogado al Nerón, el zalamero perro futbolista del Daniel de nuestros 8 años. Que las sirenas de las exóticas horas crepusculares a la vera encantada tras el recodo más remoto, ensueño frecuente del tío Gato, el fallecido en su ley, retando a la bestia a nado limpio intentando cruzarlo de banda a banda, y en enero. ¡ILUSO EL!
Que el tronco sumergido remolcado por las torrentosas aguas, culpable del descalabro familiar de los Aguilar, dicen de los difuntos que se arriesgaban demasiado en su pequeño fuera de borda, terminando tres miembros de la familia de mineros auríferos arrastrados aguas abajo, y dejando al resto de la familia sin sustento; ¡las lágrimas que habrán provocado estas trampas capaces de derribarlo todo!, cómplices de los remolinos.
Otra, la pepota (gran pepita de un kilo y algunos gramos de peso) del mejor oro rojizo, tipo charpa maciza, salvadora de la fortuna familiar del amigo, que habiendo fracasado (por falta de pagos en la Catolica) lograrían extraerle a las entrañas del gigante Inambari, tras tres meses de aventura minera junto a padre y hermano.
La esperanza, por nuestro lado; los chunchos venidos de enfrente, desde esas tierras secretamente bellas e indómitas, sus dizque temidos ataques a la nebulosa Ayapata, su dizque comercio con alguna que otra covacha “civilizada” en la húmeda Ituata, resabios éstos de la proclividad a recordar viejos hechos por siempre, viejas remembranzas de centenaria actualidad; aguas puras, plantas y animales desconocidos, mitología entremezclada con la historia guardadas para el futuro. Lo imaginario, imaginado y hurgado al sur-oeste.
Allá, antes del infinito limbo, el finis-terrae: el soberbio Inambari; límite máximo de toda posibilidad de aventura; la demarcación máxima hasta donde la magia de la selva cognoscible podría permitir sordidez alguna, como los entierros de borrachos vivos en pago a la tierra por sus dádivas auríferas.
Más allá, a la vera de enfrente, todo lo sano, todo lo puro, todo lo esplendorosamente inmaculado, lo escondido por respeto al orden establecido desde lo sobrehumano; lo intangible por el temido guardián que se interpone entre el hombre y la selva a boca plena. Más allá de lo conocido, la selva del CANDAMO.
De este lado, lo explotable; de aquel lado, el baúl de la esperanza de los hijos de nuestros hijos.
Todo limitado por el señor de nuestra selva: El Inambari, el gran rio inspirador mayúsculo de los secretos cucos, sueños, amores y muertes del mundo en que crecí.
Tras 100 años, el Inambari vuelve a la historia trinacional.
En septiembre del 1910, tras casi 100 años de independencia, los límites fronterizos entre Bolivia y Perú se delimitarían definitivamente con arbitraje argentino, tras arduos años de enfrentamiento diplomático en que el INAMBARI, fue actor sublime.
plano del Obispado del Cusco (1670), Archivo de Indias, Sevilla, Planos: Perú - Chile, Nº 64.
La línea de límite a la izquierda es el Inambari, quizás esta es la razón más remota de la noción de finis terrae que tiene el río en la imaginación popular de Carabaya.
Euclides Da Cunha, imponente escritor brasileño, tras abundante sustento, probablemente el mejor elaborado a favor de Bolivia, porque así convenía a su país Brasil, en virtud de una complicada posible negociación con El Acre, que Bolivia pugnaba por otro lado; da Cunha escribiría el “Perù versus Bolivia” en que resumía el problema asi:
A Bolívia, por comprazer ao desejo expresso da nação colitigante, parte da base de quase mil quilômetros, estendida entre o Madeira e o Javari, da linha divisória do Tratado preliminar de Santo Ildefonso, e reclama todo o território que lhe demora ao sul, limitado a oeste pelo curso do Ucayali até aos formadores do Urubamba e vertentes meridionais do Madre de Dios à esquerda do Inambari, reduzindo a máxima expansão oriental dos domínios peruanos à meridiana do rio Suches, e excluindo-os, inteiramente, dos vales amazônicos que se sucedem do Juruá ao Mamoré. O Peru, baseando-se, fundamentalmente, na mesma linha, exige os mesmos terrenos dilatados, extremando-os no levante com os thalwegs do Madeira e do Mamoré até à foz do Iruani, e ao sul com os do Madidi e Tambopata, por maneira a incluir no pleito largas superfícies de terras brasileiras, ao mesmo passo que agrava o hinterland boliviano, recalcando-o nas altas nascentes e cursos médios do Mamoré e do Beni.
El sustento técnico boliviano: el uti possidetis al 1810; respaldo con el que Bolivia auguía…
Ali, ela refinou os seus atributos nativos; e chegou à independência administrativa antes de chegar à República.
Mientras que Perú se defendió basado en ese mismo uti possidetis a la criolla, el sustento principal era la modificación de denominaciones (mas no de límites) de 1776 y 1782, cédulas reales que incorporaban a Carabaya y otros territorios a la jurisdicción política de la Intendencia de Puno, con parte del curso del Inambari como límite septentrional.
A pesar de ese interés trinacional, hasta 1874, el mundo científico no conocía exactamente el curso medio y bajo del Inambari, el primer geógrafo en describir la hidrografía del Esquilaya, el San Gabán y su relación con el gran Inambari fue Raimondi.
A pesar de los documentos, sobre el terreno mismo, los detalles mínimos de límites, hasta el 1910, eran nebulosos. Las confusiones saltan a la vista cuando se lee la literatura de esos tiempos (a ambos lados de la frontera, y aún más nebulosos en los de Lima), usualmente se toma como referente limítrofe parcial al curso del Inambari, para continuarlo con la Cadena de montañas de Carabaya resultando una ambigüedad insostenible para quienes conocemos estos territorios, porque terminan refiriéndose a una Carabaya inexistente en Puno (el límite meridional actual de esta provincia es esa cadena) y con la actual Carabaya y Sandia, con el nombre “Caupolican” y delimitación septentrional difusa, que por las sinrazones del derecho internacional, estaría entre Bolivia y Brasil.
Quo Vadis
La historia dio un giro de 360º, el interés por la mágica selva de los fabulosos oros del incario (y desde entonces hasta hoy): la selva de “Carabaya, la aurífera” se pone nuevamente como pieza mayor del interés brasileño en territorio peruano; esta vez, la ambición toca el potencial dinámico de las aguas del Inambari. El interés boliviano viene indirecto por las voces que bullen haciéndole coro a la izquierda de inclinación racista del Sr. Morales; pero interés, al fin.