Este artículo fue escrito con motivo del dia internacional de los pueblos indígenas 2005, el autor es mi amigo Jorge Montoya, economista peruano. Interesante, a pesar de algunas divergencias de opinión que podamos tener.
INSISTEN EN LLAMARNOS INDÍGENAS
Insisten en llamarnos indígenas, también nos quieren llamar Indios.
Nosotros somos pueblos ancestrales, cada cual tiene su nombre, y ese no es nuestro nombre.
Esos apelativos con los cuales nos designan son expresión de su limitado entendimiento, entre otros aspectos un entendimiento "racista".
Tenemos nuestra manera de entender el mundo, entre otros aspectos entendemos que todo y todos están enlazados, están tejidos, forman un gran tejido, una gran tela; somos un tejido de tejidos. La cualidad de este tejido de tejidos se puede entender con mucha facilidad cuando se observa lo que es un tejido y las cualidades que tiene.
Un tejido o una tela o manto, está formada (tejida) por hilos. El tejido o la tela puede mostrar o muestra una figura o un dibujo, es decir, la Tela es o tiene una idiosincrasia o una personalidad, es un ser. Pero, al mismo tiempo que la tela, el tejido o la manta, tiene su propia personalidad o idiosincrasia, cada hilo con el cual está tejida, tiene y mantiene su propia forma, su propia idiosincrasia, su propia personalidad. En una palabra, el conjunto no borra ni elimina la personalidad de las partes. Ni la Tela es un poder absoluto que elimina la de los hilos, ni los hilos son elementos aislados o individuos. La tela ampara a los hilos y los hilos tejen y diseñan a la tela, sin hilos no hay tela y el hilo sin tela es un huérfano (un huaccha) y sólo no se puede vivir.
Esta es una manera de entender y sentir el mundo, la vida, la existencia; es nuestra manera de entenderla.
Todos y todo están enlazados o tejidos, por ello es que entendemos que nuestros ayllus y nuestras marcas, que en otros países las denominan con otros nombres, como por ejemplo, en los pueblos del norte de Europa los llaman Tribus, en México: Calpulli, en Mongolia: Urdú (de donde viene el nombre de Horda), en Escocia: Clan, en Grecia: Oikos, están constituidos no sólo por seres humanos, sino por plantas, animales, cerros, lagos, lagunas, mares, ríos, bosques, planicies, aguajales, desiertos, nubes, astros y lógicamente por sus antepasados, así como, por el espíritu o fuerza que los anima, es decir su ánimo, su personalidad o idiosincrasia, su manera de ser; cada cual es diferente al otro y estos varían según la ubicación, orientación y sentimiento que tienen.
No somos ni constituimos en el sentido estricto del concepto una sociedad, porque ésta por definición es una agrupación solo de seres humanos, y con más propiedad de "individuos". Somos más que eso, quizá lo más próximo a lo que ha llegado la ciencia de los académicos de las ex provincias occidentales del imperio romano de su edad moderna (los científicos modernos occidentales) es a definir un "ecosistema", pero este concepto es aún insuficiente, porque no incluye ni alos antepasados, ni el ánimo de estos grupos que llamamos ayllus.
Por ello es que decimos que nuestras alpacas son nuestras hermanas, a los maicitos, papas o ocas que son nuestros hermanos, que las estrellas son nuestras hermanas, que el Sol es nuestro padre, que somos hijos de la Luna, que nuestros viejos protectores y sustentadores son los Apus.
También por eso entendemos que nuestros cerros y bosques y sus entrañas no se pueden separar de nosotros, no se pueden "vender" aunque algún "sabido" haya "descubierto" la veta de algún metal o una "riqueza natural explotable", son nuestro mismo cuerpo, alma y ánimo. Son nuestra familia y a un hijo, hija, padre, madre, tío o abuelo no sólo no se le vende, sino que no se le puede separar de nuestra familia, de nuestro cuerpo. (a propósito de "descubrimientos" estos son, normalmente, darse cuenta de algo que ya existe, como sucedió con América. ¡Que gran saber de esas gentes y los méritos que les achacan sus científicos, más bien qué pobreza!)
Tampoco en nuestra familia existe algún ser de poder o de potencia Absoluta, cada ser que está tejido en nuestros ayllus, incluidos los seres que moran en el o los cielos, ocupan sus cargos y ejercen esos cargos según el rol que tienen que ejercer con la complacencia y entendimiento de los demás seres. No entendemos que existe un Dios único y omnipresente y eterno. Entendemos que esa es una manera de comprender el mundo que se ha formado a partir, entre otros aspectos, del intento de establecer poderes de ejercicio político absolutistas, como lo fue por ejemplo, el Imperio romano. El entendimiento del dios único es una deformación de lo que muchos pueblos entendieron como dioses, héroes, colosos, fuerzudos y otros seres o ánimos que en algunos momentos ejercen un gran poder, fuerza o influencia, como es Demeter en el entendimiento de los griegos; esa fuerza o ánimo que hace brotar a las plantas, que da la fertilidad, que hace resurgir la vida y la primavera, pero igual que ella, cuando ejerce su cargo la Parca, ni el Dios que han creado se salva de ella, y ella, Demeter, deja de estar presente y se refugia en las profundidades.
A veces dicen que todos somos Hombres, nosotros preferimos llamarnos Runas o Jaques, porque esas denominaciones no sólo se refieren a los hombres, sino a las mujeres, a los niños, a los viejos, a los antepasados o ancestros, pero no solo a su aspecto físico o material como seres humanos, sino al ánimo que tenemos y brota de nuestras entrañas y corazón, que saben que todos estamos tejidos, que saben que los demás son nuestros hermanos o haques y no sólo los respetamos sino que los queremos, que somos kuyaqkuna (encariñados).
No miramos y vemos solamente la piel y menos aún solo su color, claro que éste tiene su importancia, miramos y vemos su textura, su expresión, su sabor, su ánimo, y muchos de nuestros hombres de medicina, como los llaman algunos, por ella saben del estado de salud de las personas y de otros seres; pero cuando miramos y vemos a la gente no nos limitamos a la piel, vemos su ánimo, el latir y el ritmo de su corazón y el cariño que tiene, entre otras muchas cosas.
Por eso no hay que confundirse cuando decimos un cara pálida o cara - blanca, no nos estamos refiriendo al color de su piel sino de su alma (entre otros aspectos codiciosa e incapaz de hacer o establecer vínculos o relaciones de hermandad) que sólo ve el oro y que se quiere apropiar de él sin respetar nada, o que cuando se tiene que relacionar con alguien lo hace haciendo "caridad" (es decir presuponiendo necesariamente que a quien le estira la mano es su "inferior", un pobre y no su hermano e implícitamente él que da es
"superior", cuando en realidad bajo ese entendimiento esconde su propia orfandad).
Para nosotros todo y todos son riquezas, y son riquezas nuestras porque, justamente son riquezas de los demás, de nuestra familia, de nuestro ayllu, y nos sentimos contentos (no orgullosos) de ello, la codicia, entendemos, es una enfermedad. Nosotros apoyamos y ayudamos a quien lo requiera, sea rico menos rico (además ¿quién sabe quién es más rico que otro?) que nosotros, se apoya a quien en un momento lo requiera o no lo requiera, depende de nosotros no de ellos, depende de lo que podamos dar u ofrecer. Nunca prestamos, porque así se crean deudas y deudores, simplemente brindamos lo que tenemos, porque esa es una manera de ser runa.
Yo soy moche, mochica o Chimú, no soy indígena, ni tampoco aceptaré que así me llamen.
Considero que aceptarlo como una "estrategia" para recuperar nuestros derechos, es dejar "por descuido" un instrumento perverso de algunos sabios de la Comunidad Internacional: Indígenas y no indígenas, "a ver, les damos o devolvemos algo de los que les hemos expropiado o robado con nuestras pillerías a esos pobrecitos, de repente se quedan contentos, ¿quizá podremos mantenerlos en un museo?" ¡No! No se trata de Indígenas y no indígenas; se trata de pueblos y tierras invadidas, es decir de invadidos e invasores: Todo nuestro país, nuestro pueblo, nuestro ayllu nos "pertenece" (somos parte de él); hasta los que han llegado de fuera son nuestros hermanos, quizá algunos todavía están enfermos con los malos aires con que vinieron, pero a todo enfermo se le cura, y sí insiste en seguir enfermo le podemos pagar el pasaje de regreso para ver sí en el lecho de su madre, al reencontrarla, se cura. Nosotros no discriminamos, nadie está fuera del tejido.
No se trata que nos devuelvan una parte de lo que nos trataron de robar con sus pillerías e invasiones, sino de que se vayan los males aires que trajeron los invasores, hayan venido de muy lejos o de muy cerca, no tienen derecho a nada, se tienen que ir de nuestras tierras, porque nuestras tierras son de cariño. Eso es volver a la plenitud de nuestra(a) cultura(s).
No existe el derecho de la invasión y el pillaje.
¿Quizá sea bueno que quienes impulsan eso de indígenas, conversen con nuestros yatiris, misayoq, pacos, yachaq y otros amautas y sabios, a ver qué opinan?
La recuperación plena de nuestra salud y cultura o manera de ser, se tiene que hacer con nuestros propios nombres y sabiduría, tomar prestados "conceptos", "instrumentos" o "ideologías" no sólo puede ser peligroso porque trae contrabandos que pasan "sin darnos cuenta" y después sirven para lamentarnos (y ya se nos agotaron nuestras lágrimas de tanto que han llorado nuestras madres), sino que es actividad de los haraganes y si existe algo que ninguno de nuestros pueblos acepta es la ociosidad y la haraganería.
Hermanos, sigamos caminando por la ruta y el ánimo de Pachacamaq para volver a tejer y hacer florecer el jardín que la enfermedad del invasor trato de destruir.
Con mucho cariño
Jorge Alberto Montoya Maquin
15 de agosto 2005