A LA VUELTA DE LA ESQUINA.

A LA VUELTA DE LA ESQUINA.
YA SE VIENEN!!!

4/2/07

Homenaje a Martin Chambi Jimenez (1891-1973)

Motivados por una congruente observación de Ziler, un amigo lector de Sicuani, éste artìculo se esta reeditando

Icono de la fotografía latinoamericana del siglo XX. Mestizo nacido en Coaza, distrito de Carabaya, como una buena parte de los coterraneos de su época fué un exiliado por la fuerza del olvido en que vivía y perivive aún su Coaza natal.

Sus biógrafos afirman que su primer contacto con la fotografía fue cuando era un crío campesino en la mina aurífera Santo Domingo Mining Company, compañía inglesa donde trabajaba su padre, y él mismo, ese contacto fortuito con algunos fotógrafos contratados por esa compañía para testificar su trabajo minero marcaría su destino; al morir su padre, su sed de superación lo fuerza a emigrar, a los 14 años inicialmente se va a Sicuani donde al parecer logra hacer algunos estudios en el colegio Mateo Pumacahua hasta el año 1908, de ahi su periplo lo encamina a Arequipa, donde su pasión por la fotografía le depara algunos logros gracias al apoyo del Centro Artístico arequipeño donde hace su primera exposición el 12 de Octubre de 1917, en todo ese entretiempo es ayudante de su tutor; es en esta ciudad en que se destaca por su talento y gracias a la formación del Centro Artístico que lo auspicia y sus contactos con desacados fotógrafos arequipeños de esa época, destacandose entre ellos, Max Vargas a quien consideró siempre como su maestro.

Vuelve a Sicuani con su esposa Manuela López y sus hijos Celia y Víctor e instala un Estudio Fotográfico propio. Recordemos, por la antiquísima relación con Carabaya, por entonces Sicuani era el centro del comercio de fibra de alpaca, cueros y centro de intercambio con productos de varios climas que le circundaban, tenía el mismo lugar de preponderancia económica que la Juliaca de ahora, solo que en una época previa a que ésta última ciudad surgiera y aún se creara.

En su segunda estadía en Sicuani nace su hija Julia, también fotógrafa de profesión. En 1920 Martin Cambi Jimenes se traslada al Cusco. Donde deslumbra por su talento, perfección y creatividad de su trabajo artístico hasta su muerte. Alli nacen otros 3 hijos suyos y su trabajo es reconocido a nivel internacional.

Expone en pinacotecas, salas y galerías de Lima y Arequipa, también muestra sus obras en La Paz, Bolivia, en 1925 y en 1936 en Santiago de Chile. Fue reportero gráfico de La Crónica y las revistas Variedades y Mundial en el Perú y de La Nación de Buenos Aires - Argentina durante los años de 1918 a 1930.

Martín Chambi revela el universo cotidiano y mágico de la cultura andina, entregándole al mundo su esencia. Esa es la importancia de su obra, es el primer fotógrafo de sangre indígena que retrató a su propio pueblo con altivez y dignidad. Los rostros fotografiados por Chambi reflejan la dignidad de un pueblo refugiado en sí mismo, incómodo en las impuestas vestimentas, sometido, pero nunca humillado.

Su material fotográfico se encuentra en perfecto estado de conservación en la ciudad del Cusco, con la protección y cuidado de su hija Julia, a la que deja sus fotos en su lecho de muerte el 13 de septiembre de 1973, confesándole que le entrega una mina la cual ella sabrá explotar.

Un hecho importante sucede en 1977 cuando el fotógrafo y antropólogo norteamericano Edward Ranney gestiona, junto con Víctor Chambi, la venida desde los Estados Unidos de un grupo de voluntarios de la fundación Earth Watch, quienes catalogan y positivan alrededor de 6.000 placas de vidrio. Realmente valioso el aporte pues es a partir de allí que se difunde internacionalmente la obra fotográfica llegando a ser expuesta en el Museo de Arte Moderno de Nueva York en 1979.

Su obra adquiere mayor significación a medida que se la estudia en profundidad y se difunde en muchos lugares del mundo. Centenares de textos, artículos, y catálogos se han publicado. Mas de un ciento de exposiciones se han presentado sobre su obra desde aquella del Centro Artístico de Arequipa y recorriendo el mundo hasta nuestros días. En 1979 el MOMA inicia una exposición retrospectiva que luego será itinerante, germen de otras exposiciones internacionales.

Un altísimo nivel técnico, un magistral manejo de la luz y una mirada excepcional caracterizan a este creador y fotógrafo que bien podría llamársele como uno de los peruanos más universales del siglo XX.

1891 - Martín Chambi nace en Coaza - Carabaya (Perú) en una familia de campesinos indígenas quechuahablantes.
1905 - Muerte de su padre. Viaja a orillas del Inambari para trabajar en las minas de oro. Una de las teorías manejadas es que los fotógrafos ingleses de la minera Santo Domingo Mining Co le enseñan las primeras nociones de fotografía.
1908 - Entra a trabajar de aprendiz en el estudio fotográfico de Max T. Vargas, en Arequipa, a quien él consideró su maestro en el arte de la fotografía.
1917 - Chambi abre su primer estudio en Sicuani, Cusco.
1920 - Chambi se establece en la ciudad de Cusco. El autor se encuentra aun en su etapa pintoresquista aprendida en Arequipa.
1927 - Inicio de la etapa madura en la fotografía de Chambi.
1950 - Terremoto del Cusco. Final de la Escuela Cusqueña. Abandono paulatino de la actividad fotográfica de Chambi.
1958 - Exposición homenaje con motivo de los 50 años de Chambi como fotógrafo.
1964 - Exposición dedicada a Chambi en México (Primera Convención de la Federación Internacional de Arte Fotográfico)
1973 - Muere Martín Chambi en el Cusco, en su antiguo estudio de la calle Marquéz.
1977 - Primeros trabajos de catalogación y restauración del archivo fotográfico Chambi, financiados por la Fundación Earth Watch (Belmont, MA). Inicio del reconocimiento internacional de su obra.
1979 - Exposición retrospectiva de Chambi en el MOMA de Nueva York.
1981 - Muestra de fotografía latinoamericana en Zurich (Suiza).
1990 - Exposición dedicada a Chambi en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.



Nota:
La fotografía de arriba corresponde a un autoretrato de Martín Chambi Jimenez en un paraje de su Coaza natal.

-El texto es recopilación electrónica con pequeños retoques a las biografías usualmente publicadas hecha por Waldir Tuni Valdivia-


  • Homenaje de Esteban Ierardo, "La juventud de la vieja tierra". Hubo un tiempo en que en las montañas y tierras del Perú estallaban breves
    fogonazos. Era la luz de la cámara de Martín Chambi. Artista peruano de la
    fotografía, olvidado por varias décadas. En 1988, cerca de la explanada de
    Sacsayhuaman, en Cuzco, el fotógrafo español Luis de Toledo concibió el proyecto
    de recuperar su obra. Así se encendió el fósforo que, luego, en el Círculo de
    Bellas Artes de Madrid, encendería la exposición que rescataba 180 imágenes de
    Chambi, un genio de los Andes. La exposición se convertiría en itinerante.
    Durante cinco años, recorrería el mundo. Hoy, la obra de Chambi es más celebrada
    en España o Nueva York que en su propia patria.

    Chambi, y su mirada poderosa de artesano de la luz, dejó alrededor de 30.000 negativos.

    El fotógrafo peruano nació en una aldea del altiplano puneño en 1891. Se despediría
    de los soles y lluvias de este mundo en 1973. En Cuzco, a comienzos de 1920, se
    inició el resplandor del ojo de fotógrafo de Chambi. Todas las aristas del
    prisma de la sociedad cuzqueña habrían de ser traducidos en imagen por el
    artista de la tierra inca. Chambi retrató a la alta sociedad de su tiempo, pero,
    a su vez, se internó entre los caminos polvorientos y desamparados de los
    humildes, de los pobres de aldeas y pueblos. Llevó su deseo de inmortalizar el
    instante fugaz hasta donde los campesinos bailaban o se elevaban en sus ritos.
    Llevó también su observación sensible hasta las montañas, de alturas desnudas, o
    hasta donde el pastor, cuidador de rebaños.

    Los escritores imaginan o describen el mundo. Chambi lo prolonga hacia el futuro. Convirtió todo lo que vio en olas hacia la eternidad. Pero lo que Chambi vio no fue sólo lo que los paisajes o las escenas sociales entregaban sino las geometrías vivientes que el
    fotógrafo crea. Lo geométrico alude a las figuras y sus relaciones. En Chambi,
    la geometría nacía del modo cómo imaginaba la mejor pose de sus personajes, la
    mejor distribución de los cuerpos y los atuendos, o la más fosforescente
    combinación entre las figuras de las nubes ágiles y las montañas de firme
    permanencia. Lo geométrico del fotógrafo ya no es la de la estricta figura
    concebida por un intelecto matemático. La geometría de la imagen fotográfica es
    la que retiene la vida singular que crean la luz y las formas al combinarse.

    Las geometrías vivientes del Perú viven en los miles de negativos de Chambi que aún aguardan revelar, ofrecer, sus iguras secretas.

    A partir de la década del 50´ el candil creador del fotógrafo andino se fue desvaneciendo. Chambi se fue alejando entonces de sus mejores días de creación como un barco se aleja, para ya no volver, de una costa paradisíaca en la que alguna vez recaló.

    Las geometrías vivientes en el arte fotográfico, en la obra de Chambi, exuda un hálito joven. Es vitalidad juvenil. La juventud es el estar en la fuente primordial de la que brota lo vivo. En el caso de la vieja tierra incaica de Chambi ese manantial primero es el dios
    Wiraccocha. Divinidad que creó el mundo peruano a través de una matriz líquida,
    una fuente lacustre: el lago Titicaca. De entre sus aguas surgieron el sol, la
    luna, las estrellas y los primeros reyes incas: Manco Capac y Mama Ocllo. Luego
    de su primer acto de creación, Wiracchocha se alejó del mundo y delegó el
    perfeccionamiento de su obra en su mensajero Wiracchochan. Y Wiracchochan caminó
    a través de montañas y valles e hizo que salieran los pueblos andinos de las
    cuevas y los educó. Les transmitió el saber de lo divino. Al caminar,
    Wiracchochan expandió la divina vida de la fuente, de Wiracchocha. Y la recreó.

    Luego de concluir su obra, Wiracchochan caminó sobre las aguas del mar,
    dejó este mundo. Su caminar podía cubrir grandes distancias, podía simular el
    alejarse que lo llevó más allá de esta tierra. Pero, aún después de su despedida
    de los Andes, Wiracchochan sobrevive en el mito. Allí, siempre repite su caminar
    a través de la fuente irradiadora de la vida. Por tanto, siempre avanza empapado
    por el jugo de la juventud. Juventud que es también constante recreación del
    manantial primero.

    El mensajero divino que camina es la juventud de la fuente que se desplaza y expande. Pero, luego, la tierra puede envejecer. La cultura que la habita puede palidecer y debilitarse, desplomarse. Es lo que ocurrió con el imperio inca que envejeció por la confusión. La conquista fue un alud de confusión, desorientación. La violenta conmoción de la invasión española obligó al inca a debilitar, suprimir o transformar su orientación hacia la
    fuente divina. Y lo que pierde la fuente envejece. Se hace tierra vieja. Sin juventud.

    Tras el golpe de la confusión, la antigua cultura inca no puede, por sí sola, redistribuir los dones divinos de la fuente inicial. Debe ahora apelar a individuos en los que sobreviva Wirachochaan. Individualidades que, como el mensajero divino, puedan caminar por la tierra con aliento juvenil, poder creador, pasos resonantes de magia para verter nueva vida entre colinas, ríos y la andina cordillera ebria de alturas.

    Heredero de Wiracochaan es Chambi que, como el enviado de la fuente divina, camina entre las montañas y las llanuras incaicas para liberar renovada vida a través de imágenes y de miradas de asombro.

    En uno de sus autorretratos, el fotógrafo peruano aparece vestido a la usanza campesina, sosteniendo la rienda de su caballo. Se halla entre empinados cerros. Camina y cabalga entre aquellas alturas. Como el desplazarse de Wiracochaan, su avanzar nunca se aleja de la fuente de la que dimana vitalidad fresca, latidos de música joven. Que recrean, rehacen, la tierra que envejece.

    Y el artista que recrea lo envejecido, trae ríos. Es pastor de ríos. Ríos que vienen de la fuente y que emborrachan de agua nueva los meandros cansados del suelo.

    Y el ojo de Chambi es ejemplo del ojo sensible, estético. Del ojo universal, arquetípico, que siempre repite la modificación de lo visto. El paisaje que es tierra o rostros humanos se muestra en sus fotografías más cercano a la fuente. Se confirma así el destino inevitable de toda empresa genuinamente artística. Ese destino que es un cavar que retira la arena oscura y vieja que sofoca los rostros y la tierra. Y que los acerca a un mirar especial. El mirar desde los truenos de la primera fuente. Siempre joven.

  • Homenaje de Mario Vargas LLosa.


El remoto país en el que Martín Chambi nació ha producido no más de una media docena de creadores cuyas obras puedan ser admiradas prescindiendo del patriotismo (que infla los prestigios artísticos hasta traumatizar por completo
las tablas de valores) como productos de una visión ancha, sin orejeras, de lo
humano, que enriquecen la experiencia universal.

Este maestro de la fotografía es uno de ellos. A diferencia de otros miembros
de ese club, el Inca Garcilaso de la Vega o César Vallejo, por ejemplo, cuyas
obras se gestaron sobre todo en el extranjero, en medio más ricos y estimulantes
que el propio para el trabajo literario y artístico, Chambi realizó su obra
monumental (de la que al parecer -pues no está catalogada-, la familia
conservaría unos treinta mil negativos) en una provincia de la sierra peruana
supliendo con su esfuerzo, su imaginación y su destreza-con su genio- las
limitaciones que ello significaba.Decir que fue un pionero es cierto, pero
insuficiente.

Pues la obra que dejo vale como resultado, por su coherencia interna, su
originalidad, su penetración en las entrañas de un mundo y su riqueza visual,
más que por ser una obra fundadora gracias a la cual el arte de la fotografía de
su país adquirió ciudadanía internacional.Nacido en 1891, en una aldea del
altiplano puñeno, en el seno de una familia campesina, un azar feliz lo llevo a
trabajar cuando era aún niño, a una mina de las alturas de Carabaya, donde sin
duda vio por primera vez (en manos de un empleado de la empresa) una cámara
fotográfica.

El encuentro tuvo consecuencias impagables, para la la vida del muchacho y
para la historia de la fotografía de su patria, que hasta entonces, había sido
sobre todo un oficio, una técnica, y que con él comenzaría a ser investigación e
inspiración, intuición y ambición, es decir creación, es decir arte.

En Arequipa, en el estudio del gran fotógrafo local -el estudio Vargas del
que salieron retratadas todas las familias de clase media y alta de la blanca
ciudad-, hizo Chambi su vela de armas profesional. Pero su carrera comenzaría a
todo fuego en el Cuzco, donde se instaló a comienzos de 1920 y donde, hasta los
años cincuenta, en los que su actividad se fue apagando (aunque él viviera hasta
1973), desarrollaría su fecundo talento.

De su codiciosa mirada se puede decir que lo vio todo. De su curiosidad, que
era inagotable y que lo llevó a explorar de pies a cabeza y de cabo a rabo esa
provincia pequeña e intensa cargada de historia y de drama social, sobre la que
disparó incansablemente los fogonazos de su viejo armatoste, esa cámara de
placas con la que hizo verdaderos prodigios en su estudio, en las calles, los
jardines de recreo, los pueblos, las comunidades nativas, las ferias, los
valles, las montañas.

Es arriesgado insistir demasiado en el valor testimonial de sus fotos. Ellas
lo tienen, también, pero ellas lo expresan a él tanto como al medio en que vivió
y atestiguan, más aun que sobre lo pintoresco, lo cruel lo tierno o lo absurdo
de su tiempo y del mundo andino, sobre la sensibilidad, la malicia y la destreza
del modesto artesano que cuando se ponía detrás de la cámara se volvía un
gigante, una verdadera fuerza inventora, recreadora de la vida.

Sin duda, en sus imágenes Martín Chambi desnudó toda la complejidad social de
los Andes. Ellas nos instalan en el corazón del feudalismo serrano, en las
haciendas de los señores de horca y cuchilla con sus siervos y sus concubinas,
en las procesiones coloniales de muchedumbres contritas y ebrias y en esas
tiznadas chicherías que otro cuzqueño ilustre de esos años, Uriel García, llamó
\"las cavernas de la nacionalidad\". Todo está en ellas: los matrimonios, las
fiestas y las primeras comuniones de los pudientes, y las borracheras y miserias
de los humildes, y los públicos actos que unos y otros compartían, los
deportes,los paseos, los bailes, las corridas, las novísimas diversiones y los
solemnes ritos que los campesinos venían repitiendo desde la noche de los
tiempos. De Martín Chambi cabe decir que en esos más de treinta años de labor no
dejo un rincón del universo cuzqueño sin apropiárselo e inmortalizarlo.

Pero a ese mundo que fotografiaba sin descanso también lo transformó. Le
impuso un sello personal, un orden grave, una postura ceremoniosa y algo
irónica, una inmovilidad que tiene algo de inquietante y de eterno. Triste y
duro, pero también, a veces, cómico, cuando no patético, bello, el mundo de
Martín Chambi es siempre bello, un mundo donde aun las formas extremas de
desamparo, la discriminación y el vasallaje han sido humanizadas y dignificadas
por la limpieza de la visión y la elegancia del tratamiento.\"Madrastra de sus
hijos\", escribió del Perú el Inca Garcilaso. Con Martín Chambi, uno de los más
grandes artistas nacidos en su suelo, lo ha sido. Una madrastra ingrata,
olvidadiza, al extremo de que pocos de sus compatriotas saben quién fue y por
qué se lo debe recordar y admirar. Menos mal que en el resto del mundo -ahora y
también en España, gracias al empeño de Luis de Toledo- se le va descubriendo y
haciendo justicia. No tengo la menor duda de que un día se le reconocerá como
uno de los más coherentes y profundos creadores que haya dado la fotografía en
este siglo.
(Fuente:http://images.google.com/imgresimgurl=http://www.temakel.com/fotofchamic.jpg&imgrefurl=http://www.temakel.com/oschami.htm&h=404&w=640&sz=47&tbnid=8yBiaIZCBmsSYM:&tbnh=85&tbnw=135&hl=es&start=12&prev=/images%3Fq%3Dcarabaya%26svnum%3D10%26hl%3Des%26lr%3D%26sa%3DN)


  • Homenaje de Edward Ranney:


For more than twenty years, Martín Chambi balanced his successful studio
business with extensive travels outside of Cuzco to photograph archaeological sites, landscapes, and indigenous communities. Chambi\'s early reputation was based on his participation in two distinctly different photographic traditions. His adoption of conventions derived from European art photography, particularly the stylized effects of Pictorialism and natural sky-light in studio portraiture, formed the foundation for his studio\'s commercial success and his prominence in local salon competitions
and industrial fairs of the day.

Chambi quickly came to the forefront in the documentation of his own indigenous culture. He undoubtedly received significant support and encouragement in this work from members of Cuzco\'s Indigenista movement. In turn, his work and presence, as an artist of direct Indian descent, photographing their meetings and listening to their discussions, surely reaffirmed their intellectual programs and lent a sense of visual authenticity to the movement. Between 1920 and 1950 Chambi amassed a comprehensive collection of archaeological sites, native peoples, and
views of Cuzco that was widely published as well as presented throughout
South America. Many of the most fascinating pictures in his archive were
apparently unknown during his lifetime - some because they fell outside the
interests of Indigenismo, others because of the limited artistic conventions
then in vogue, and many because of their commercial origin. Significant
ongoing research and publication on this unusual period still need to be
realized in order to clarify Chambi\'s artistic contribution in the world of
photography. A BRIEF HISTORY OF A NEO-INDIGENOUS ARTIST Chambi was an Indigenist photographer -- the first to photograph his
people as seen through their own eyes. Chambi himself emphasized that status in
1936, on the occasion of an exhibition in Santiago and Viña del Mar: “I have read that in Chile it is thought that Indians have no culture, that they are uncivilized, that they are intellectually and artistically inferior when compared to whites and Europeans. More eloquent than my opinion, however, are graphic testimonies. It is my hope that impartial and objective witnesses will examine this evidence.

I feel that I am a representative of my race; my people speak through my photographs.” - Martín Chambi Jimenez, a Puneño of native descent, was the first to photograph his race with a postcolonial eye. When Martín Chambi arrived in Cuzco, the ancient Incan capital, the richest and most splendid among American pre-Columbian cities, was experiencing a slight demographic recovery following the dramatic population decline. It was Chambi who had the greatest international diffusion, and he who has left us the most personal, magical, profound, and dazzling work among all Peruvian photographers and maybe of all Latin American photographers. Martín Chambi\'s images laid bare the social complexity of the Andes.

Those images place us in the heart of highland feudalism, in the haciendas of the large landholders, with their servants and concubines, in the colonial processions of contrite and drunken throngs. Chambi\'s photographs capture it all: the weddings, fiestas, and first communions of the well-to-do; the drunkenness and poverty of the poor along with the public events shared by both. That is why, surely without
intending it, Chambi became in effect the symbolic photographer of his race,
transforming the telluric voice of Andean man, his millenary melancholy, his
eternal neglect, his quintessentially Peruvian, human, Vallejo-like pain
into the truly universal.

“One day Chambi will be recognized as one of the most coherent and profound
creators photography has given this century.”

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